El sinsentido de destruir el fondo oceánico para frenar el cambio climático

Lucía Muñoz Sueiro | CTXT | March 15, 2021

Cada ciudadano estadounidense hace un consumo medio a lo largo de su vida de la escalofriante cantidad de 1.447 toneladas de metales, minerales y combustibles fósiles. Si seguimos avanzando por lo que viene considerándose el “buen camino” de transición a las renovables, el porcentaje relativo al consumo de combustibles fósiles irá disminuyendo mientras que el de minerales aumentará. La primera parte de esta frase es esperanzadora, y quizá por ello nos agarramos con fuerza a la idea de que una transición a las renovables será la solución a nuestros problemas. Pero, ¿qué riesgos conlleva realmente esta si la entendemos como un mero cambio tecnológico en vez de como un cambio de paradigma?

Un primer peligro es que la construcción de las infraestructuras para la transición a las renovables venga acompañada de destrucción de ecosistemas y pérdida de biodiversidad, así como de cercamientos o acaparamientos de tierras comunales, y expulsión del territorio o deterioro de la salud de las comunidades donde se instalen. Precisamente para alzar la voz sobre estos riesgos, el pasado 3 de febrero más de 80 entidades y plataformas, junto con el apoyo de 250 científicos, se unieron en España en la Alianza Energía y Territorio (ALIENTE) en contra de los proyectos de instalaciones de gran escala y megainfraestructuras de energía renovables. Esta plataforma propone ocho medidas para una transición energética justa, entre ellas la aprobación de un plan de áreas en las que no puedan construirse este tipo de instalaciones –sí pequeñas instalaciones renovables– y la ampliación en nuestro país de la Red Natura 2000, la red europea de áreas de conservación de la biodiversidad.


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